Hace justamente un año la prestigiosa revista científica Science publicaba un artículo alertando que el cambio climático ya amenaza gravemente espacios naturales que son patrimonio de la humanidad. El diagnóstico científico confirmaba la intuición, cosa que nunca está de más, y en vista de que la ciencia avala la evidencia vale la pena contar algunas cosas pertinentes al respecto en nuestras últimamente tan políticamente disputadas islas Cíes que serán algún día precisamente Patrimonio de la Humanidad y lo serán, si conseguimos que se imponga un poquito de sentido común, conjuntamente con el resto de los archipiélagos del Parque Nacional.

En Cíes tenemos, entre otros muchos, dos lujos destacables. Uno son las guías y los guías intérpretes que hacen (entre otras cosas) las visitas guiadas. Deducirán que son amigas y amigos, y lo son, pero eso es irrelevante. Una vez caminada prácticamente toda la red de parques nacionales tenemos elementos de juicio objetivos para comparar y afirmar que son excepcionales. Ojala les valoren algún día como se merecen, en todos los sentidos. Si visitan las islas ellas y ellos les mostrarán a otra buena amiga, que es la protagonista que nos gustaría presentarles. Es una planta, se llama Armeria pungens, pero para bonito su nombre común: Herba de namorar, concretamente Namoradeira das praias, y es otro lujo, en realidad un tesoro. Intenten imaginar las condiciones ideales para una planta: tierra oscura rica en humus, temperaturas suaves, humedad constante y homogénea, equilibrio entre luz y sombra, riego adecuado (por supuesto con agua dulce). Ahora vayamos al extremo contrario ¿Cuáles serían las peores condiciones posibles para que una planta sobreviva? Seguro que les suena conocida la sensación de pisar la arena de la playa en verano y quemarse los pies. Pues justo ahí, en ese suelo ardiente en verano, gélido en invierno, sin una gota de agua durante meses, sin apenas alimento, soportando un viento constante y unos niveles de salinidad intolerables vive nuestra protagonista. Forma pequeñas matas a ras de suelo, con hojas verdes puntiagudas muy compactas para abrigarse y conservar la humedad de las que sobresalen unos tallos largos, de unos cuarenta centímetros en los que brotan sus pequeñas flores, que parecen únicas, pero en realidad son un racimo de decenas de florecillas blancas y rosadas. ¿Y qué tiene de especial? Pues que nuestra amiga no solo es única, sino que representa una reliquia; es un recuerdo vivo de cuando el clima era diferente y su especie resultaba abundante en nuestro entorno, hace tan solo unos cientos de años. Gradualmente sus compañeras desaparecieron o se fueron desplazando, y aquí se quedó un grupito, menos de un centenar, aislado en las islas. Solo podemos verla en Cíes, no existe en ninguna otra isla del parque, ni en toda Galicia, ni de aquí para el norte. Tendríamos que bajar cientos de kilómetros al sur de Lisboa, para encontrarlas. Se adaptaron a vivir en esas condiciones extremas y de alguna manera son prisioneras de las dunas, simplemente ya no pueden vivir en otro sitio. Es una paradoja que plantas con esa extraordinaria fortaleza sean al mismo tiempo tan frágiles. La explicación es precisamente que viven al límite de lo posible, por eso resulta imprescindible proteger los ecosistemas dunares de cualquier alteración. Una simple pisada puede ser suficiente para romper ese delicado equilibrio, por eso cuando llegamos a Cíes o a cualquier zona del litoral y nos encontramos algunos de esos espacios cerrados para impedir que los pisemos recordemos que no es por fastidiar, hay una buena razón, en este caso nada menos que salvar a una especie única, porque recordemos que demasiadas veces consideramos algo como un tesoro cuando lo perdemos, y entonces es demasiado tarde.

Para como solucionarlo:

Aunque solo fuera por esta modesta y discreta plantita ya valdría la pena proteger las islas. Si conseguimos que se enamoren de esta Herba de namorar, y la cuiden de la mejor manera posible, que es dejándola absolutamente tranquilita, ya está justificado el parque nacional. No debería ser necesario, pero conviene recordar que el turismo solo es una parte del complejo uso público de un parque nacional y que este a su vez debe supeditarse al objetivo fundamental, la conservación. En este caso el orden de los factores si que puede alterar, y mucho, el producto. Con demasiada frecuencia se olvidan e incluso se invierten estas prioridades. Estos días en los que sigue el proceso, y la bronca consiguiente, por la declaración de Cíes como patrimonio de la humanidad escuchamos mensajes preocupantes. Por cada diez veces que se habla del turismo y su potenciación (¡¡Más madera!! Que diría Groucho Marx) se cuela apenas una declaración sobre la conservación de este espacio privilegiado. Tranquilizaría mucho que invirtiésemos la proporción de los mensajes. Cíes son una parte del parque nacional ¿Por qué Cíes patrimonio de la humanidad y el resto de archipiélagos del parque no? Para utopía pedir que se pongan de acuerdo las administraciones, y para quimera pedirlo en período electoral, pero otra vez lo recordamos: olvidemos las cosas con importancia para centrarnos en lo realmente importante.

 

Antón Lois

Teixugo S.Coop

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Author: teixugo

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