La salamandra común (Salamandra salamandra) es una especie de anfibio con hábitos completamente terrestres, que sólo se acercan al agua para depositar los huevos o larvas.
Su hábitat preferido son los bosques caducifolios con abundante hojarasca en el suelo, aunque ocupa también pinares, herbazales o zona de matorral, pero siempre en lugares cercanos a corrientes de agua.
El apareamiento es terrestre y tras una serie de pautas fijas, en que el macho sujeta a la hembra situándose debajo de ella, deposita el espermatóforo y ésta se lo introduce en su cloaca. Posteriormente, como animal ovovivíparo que es, la hembra acude a diversos medios acuáticos para depositar las larvas o huevos, donde las crías vivirán y, tras una dura metamorfosis, se volverán adultos que saldrán a tierra firme con hábitos terrestres.
Lo extraño sucede cuando, según datos científicos contrastados, aparecen ciertas poblaciones que no utilizan los medios acuáticos para su reproducción. La reproducción de estos animales es por tanto completamente vivípara, habiéndose ya observado partos de juveniles ya metamorfoseados, en tierra, por lo que no utilizan los medios acuáticos como hábitat de cría.
Esta compleja modificación de tipología de reproducción sólo ha sido constatado en las poblaciones del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia (pese a que pertenecen a la subespecie de costa con reproducción ovovivípara, S. s. gallaica), y en poblaciones de montaña pertenecientes a las subespecies de la Cordillera Cantábrica (S. s. bernardezi) y el Suroeste de los Pirineos (S. s. fastuosa) Estas últimas, incluso suelen mostrar una estrategia mixta, pariendo unas hembras juveniles ya metamorfoseadas, completamente terrestres, mientras que otras alumbran larvas acuáticas, aunque en avanzado estado de desarrollo.
Este sorprendente fenómeno ha sido objeto de grandes estudios con ADN y comparación de morfologías, y la única hipótesis sobre esta evolución hacia el viviparismo, plantea que ocurrió durante los cambios climáticos del Pleistoceno. Estos cambios afectaron intensamente el norte ibérico, aislando poblaciones en valles y pudiendo haber surgido el viviparismo como respuesta a presiones ambientales (falta de medios acuáticos en la zona). Estas poblaciones habrían quedado aisladas, impidiendo las montañas su migración hacia el Sur y el Oeste.
La aparición de poblaciones vivíparas en las islas Atlánticas de Galicia, sin embargo, ha surgido independientemente y de manera rápida, pudiendo ser la escasez de medios acuáticos también el desencadenante de este cambio, aunque en las islas aparecen cursos de agua, pudieron no ser suficientes en algunas épocas anteriores. Estas poblaciones del Parque Nacional todavía se encuentran bajo estudio en la actualidad, pero lo que sí afirman los investigadores es que hasta la fecha no han encontrado larvas en los cursos de agua dulce, lo que hace suponer que la totalidad de las poblaciones de las islas son ovovivíparas.
Estos cambios en las conductas reproductoras, llevan muchos años siendo investigados, y las dudas aún aparecen cuando se busca el por qué y el cómo lo han conseguido, pues cambios tan atrevidos son complicados incluso de plantear a nivel teórico.
Otra vez, la naturaleza vuelve a sorprender a la comunidad científica… ¿cuántas veces más nos dejará en jaque?
Ana Vázquez