Eva Prada estudió en su tesis los efectos del cambio climático en la principal especie forestal de Galicia
Las poblaciones atlánticas de pino toleran peor que las continentales las heladas inesperadas
Las segundas, de menor crecimiento, soportan mejor la caída de las temperaturas en otoño o primavera
Eduardo Muñiz | Pontevedra
Una de las consecuencias que puede traer consigo el cambio climático, junto con un aumento generalizado de las temperaturas, es la aparición de episodios aislados de heladas fuera del período invernal, cuando los árboles son más vulnerables a las mismas. Estudiar la tolerancia a esa caída inesperada de las temperaturas de las diferentes familias «de la especie forestal más importante de Galicia», el Pinus pinaster, constituyó el objeto central de la tesis de doctorado de Eva Prada, quien pudo comprobar que las poblaciones de pinos de la costa atlántica son más sensibles a las heladas que las continentales. Al mismo tiempo, las familias atlánticas se caracterizan también por su mayor crecimiento, por lo que pueden verse favorecidas «en un escenario más competitivo», como el derivado del aumento de las temperaturas, según explica esta investigadora.
«Las predicciones sobre el cambio climático incluyen un aumento de las temperaturas que influirá en que los inviernos sean más cálidos y más cortos, alterando la duración y régimen de temperaturas de los períodos estacionales», señala Prada Ojea, que en su tesis Pinus pinaster Ait. Resistencia a heladas bajo condiciones controladas, dirigida por la investigadora del CIF de Lourizán Raquel Díaz Vázquez, trata de analizar la tolerancia del pino a esos «episodios de heladas aislados» en primavera o en otoño. Según explica, «las bajas temperaturas son uno de los factores climáticos que más limitan la producción y distribución geográfica de las especies en las latitudes tempraneras», ya que los árboles se adaptan a las estaciones para ser «capaces de sobrevivir a temperaturas bajas en invierno y altas en verano», de tal manera que aprovechan el calor y los días más largos de la primavera y del verano para crecer, mientras que en invierno detienen su crecimiento. Por eso, con su investigación trató de dar respuesta a la pregunta de que ocurriría cuándo «el ritmo de adaptación de una planta no es suficiente para salvar un cambio climático brusco», como heladas en primavera u otoño, «cuando sus tejidos y órganos son más vulnerables», lo que puede provocar, explica, daños «que incluso acaben con la vida del árbol».
Análisis de seis poblaciones de pinos
Para su estudio, esta ingeniera forestal reunió en una parcela en Celanova especímenes de poblaciones de la costa atlántica, procedentes de Galicia, Portugal y Francia, junto con ejemplares de poblaciones continentales, originarios de Soria, Segovia y Marruecos. A través de una «análisis multivariante», Prada buscó conocer tanto que poblaciones de pino presentaban una mayor tolerancia a las heladas como saber si esa mayor resistencia implicaba «un costo en otras funciones vitales, como crecimiento, reproducción y cambio heteroblástico a nivel intra e interpoboacional». A partir de ahí, la investigadora dividió en tres grupos las poblaciones de pinaster. Por una parte estarían las costeras, «caracterizadas por ser intolerantes al frío, ontoxenia juvenil y crecimiento rápido». Frente a estas, las continentales se caracterizan por un «comportamiento contrario», definido por «una tolerancia alta al frío estacional, crecimiento lento y reproducción femenina». Por último, el tercero grupo, que reúne las poblaciones procedentes de Marruecos, «mostró una tasa alta en crecimiento relativo, reproducción masculina baja y algo de sensibilidad a las heladas».
¿Favorecidas por el cambio climático?
Los resultados de este estudio sitúan las poblaciones de pinos de la costa atlántica como las más sensibles frente a las heladas y a las poblaciones continentales de la península ibérica como las más tolerantes. Mas, por el contrario, estos resultados indican también, explica Prada, que «bajo condiciones de quentamento global, donde la competitividad puede aumentar, las poblaciones costeras de Pinus pinaster podrían verse favorecidas, debido su estrategia de alto crecimiento, pero con el riesgo de sufrir daños por las heladas». En este punto, «y ya fuera del estudio de esta tesis», la investigadora ponen de relieve que, si bien el aumento de las temperaturas globales favorece a los pinos de crecimiento más rápido, si esta suba trae consigo un aumento de las secas, este tipo de pinos «se verían seguramente más afectados en crecimiento y supervivencia que los de crecimiento más lento».
Buena respuesta ante la mejora genética
Los análisis realizados con el propósito de determinar el mejor método de evaluación de los daños producidos por las bajas temperaturas permitieron asimismo a Prada constatar una «alta variedad aditiva en la tolerancia al frío» entre las poblaciones de Pinus pinaster, que demuestra una «significativa variación genética» en esta especie. Resultados que, a su vez, la llevaron a estudiar la tolerancia al frío de los pinos del programa de mejora genética Galicia-Costa, «que se inició mediante la selección de árboles superiores con buenas características de crecimiento, de forma, de fuste y pocas ramas», lo que la llevó a intentar comprobar precisamente si la relación entre mayor crecimiento y menor tolerancia a las heladas estacionales «podría aumentar el riesgo de daños» entre las familias seleccionadas en la búsqueda de una mayor productividad.
Pero, al contrario del esperado, Prada observó que las que más crecieron fueron también a las que mostraron mejor tolerancia a las bajas temperaturas. «Los experimentos realizados bajo condiciones controladas mostraron que las familias de Pinus pinaster del programa de mejora pueden tolerar temperaturas considerablemente menores que las mínimas registradas en Galicia tanto en primavera como en otoño», relata la investigadora, que subraya que «este es un resultado de gran importancia para cualquier programa de mejora forestal, pues asegura que la selección realizada por crecimiento no lleva consigo una selección negativa por tolerancia al frío», al tiempo que incide en que se trata de un estudio realizado en laboratorio, que precisaría también de un posterior trabajo de campo con estas familias «para corroborar los resultados».
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