Parque Nacional marítimo-terrestre de las islas Atlánticas de Galicia. Archipiélagos de Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada.
Breve aproximación a la historia de las islas Cíes (I)
Desde la Prehistoria, en el Paleolítico y Neolítico, ya tenemos registros (bifaces o molinos de mano naviculares) que confirman la presencia humana en las islas Cíes. También restos arqueológicos de asentamientos de la Edad del Bronce, de la cultura castrexa, con evidencias de la presencia de un castro en el lugar de «As Hortas» en Montefaro, así coma diferentes cuncheiros.
De los griegos, contamos con la supuesta relación con las Cassitérides, las míticas islas del estaño.
Ya de época romana aparecieron anclas líticas, tégulas, cerámica, ánforas e incluso un anillo, así como también leyendas asociadas a las Islas de los Dioses como la supuesta presencia de Julio César en la batalla contra el pueblo portugués de los herminios, refugiados en las islas Cíes.
Del Alta Edad Media contamos con la posible existencia de fachos-eremitorios, teniendo documentada más tarde la donación de las islas a la Iglesia por parte de la Corona e incluso el establecimiento de monasterios en la isla Sur o de San Martiño y en la isla del Faro o de Santo Estevo, formando comunidades de las órdenes benedictinas y franciscanas que ocuparán de manera discontinua este espacio hasta principios del siglo XVI.
Así, fueron abandonadas en la Edad Moderna por las continuas incursiones de piratas y corsarios ( principalmente berberiscos e ingleses), que hacían uso de las islas como cabeza de asalto, fondeadero, aguada y lugar de descanso. Hay que destacar el personaje de Drake o incluso el episodio de la Batalla de Rande en 1702, con leyendas y pecios como el del buque «Santo Cristo de Maracaibo», que en en realidad es el «Nuestra Señora de los Remedios».
Las islas, anteriormente conocidas como de Baiona, pasaron a depender de Vigo en 1840.
Del convento de la isla do Faro, no quedan más que sillares reutilizados, marcas de los canteros, fustes, canecillos y la necrópolis medieval, con una tumba antropomorfa onservada en el Centro de Visitantes. Este edificio, actualmente rehabilitado, era un almacén de artillería de principios del XIX construido en el lugar del Convento.
Con el fin del corsarismo y en el contexto de la Guerra de la Independencia, se idean proyectos de fortificación, construyéndose al fin tan sólo un almacén de artillería sobre el Convento, un cuartel y calabozos, con una presencia militar muy limitada en el tiempo.
En este ambiente, las islas vuelven a ser pobladas por gentes del Morrazo y del entorno, dedicadas a la agricultura, ganadería ovina-caprina y a la pesca y el marisqueo.
La embarcación tradicional empleada era la gamela, de proa y popa plana. Las viviendas estaban distribuidas en hábitats dispersos, de tipo casa terreña, muy rústicas, actuando como granjas.
Existían chozos de pastores que visitaban las islas de manera periódica, y sobre 1835/1840, se establecen factorías de salazón de pescado (sardina), en la isla Norte y Sur, decayendo a principios del XX con la aparición de la conserva en hojalata.
A mediados del XIX, las islas ofrecían servicio de lazareto para pasar las cuarentenas, a la espera de que se consolidase el lazareto en la isla de San Simón, estableciéndose en la isla Sur un puesto de sanidad y pilotos-prácticos que advertían de la presencia de buques sospechosos de padecer epidemias, siendo controlados y dirigidos al nuevo lazareto de San Simón en el interior de la ría.
Entre 1851-1853 se construye el Faro. En el primer cuarto del siglo XX se añadirían cuatro más, Bicos, Boeiro, A Porta y O Peito.
Hubo también presencia de Carabineiros del Reino controlando el contrabando en los años veinte.
En 1927 se bendice el nuevo cementerio sustituyendo a las dunas como lugar de enterramiento.
Existían además varias tabernas con productos de primera necesidad y alojamiento para marineros.
También sabemos de conflictos que los habitantes tenían con los traineros, que actuaban vandálicamente en un lugar sin autoridades ni asistencia sanitaria-espiritual, salvo alcalde de barrio y torreiro.
La población insular a finales del siglo XIX se aproximaría a los 90 vecinos.
Se conserva un molino hidráulico en la isla Sur y un templete de 1930, conociendo la existencia en la isla del Faro de un molino de viento y de un vivero y cetárea de ostras y langostas de principios del XX en el Lago.
El faro sumaría presencia de fareros y familiares, proporcionando asistencia escolar hasta la automatización en 1952, aunque algunas familias seguían transportando el combustible (acetileno) hasta lo alto de Montefaro. En los años 70, los técnicos de señales operan con un vehículo de transporte, el «Vitrasín».
Las islas Cíes fueron coto de caza de perdices y conejos desde principios del siglo XX, hasta los años 60. Destacaron también los concursos de pesca en los años 40/50/60, campamentos de las Juventudes Hitlerianas, Educación y Descanso o de la OJE.
Se erigió un monolito y capilla en honor al Dictador en 1961/63 que fue demolido en 2008 por su significado e impacto visual.
La forestación en los años 50, con pinos y eucaliptos haría que la actividad agroganadera fuera decayendo. Al mismo tiempo que la mayor presencia de excursionistas en los 60/70 precipita el abandono de la isla por los vecinos, reconvirtiendo algunos, tabernas en servicios para excursionistas, que acuden en masa y descontrol. El campismo libre, la basura, las reyertas y los incendios, motivarían la declaración en 1980 como Parque Natural para preservar sus valores y regular las visitas.
En 2002 serán con Ons, Sálvora y Cortegada integradas en el Parque Nacional.
Continuará…
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Ramón Patiño