Segunda entrega al respecto del fuego originado en las islas Cíes en el verano de 1963. Ante la indignación ciudadana, los periodistas de El Pueblo Gallego llevan a cabo una encuesta sobre lo ocurrido ese día. Así, entrevistan al alcalde de la ciudad de Vigo, José Ramón Fontán, a un sacerdote, rector del Seminario diocesano de Vigo-Tui, al Jardinero Mayor del ayuntamiento de Vigo y a tres miembros de Montañeros Celtas, quienes se encontraban el día del siniestro acampados en las Cíes y colaboraron activamente en las labores de extinción del fuego que se originó en la isla del Faro.
Junto al guardia forestal, Jesús Molanes Gamallo, el Jardinero Mayor y los tres Montañeros del Celta, participarían en la extinción del incendio 86 chavales de entre 9 y 14 años pertenecientes a un grupo de Boy Scouts. También vecinos de las islas y el patrón de un barco de pesca. En total, no más de 150 personas de las aproximadamente 2000 que se encontraban ese día en las islas Cíes, colaboraron en las labores de extinción, haciendo caso omiso el resto de campistas. Luego, más tarde, un retén de bomberos de Vigo, guardias municipales y marineros del buque de la Armada «Marte» se sumarían al operativo.
El incendio sería controlado y las consecuencias no fueron catastróficas, si bien es cierto que pudieron llegar a serlo. Apenas se quemó una pequeña parte de la isla del Faro entre pinar y sobre todo matorral. Aun así resultó un tanto patético el comportamiento y la desidia del resto de visitantes, la mayoría, que ni colaboraron, protestaron por el cierre de los bares e incluso mientras unos seguían tomando el sol o bañándose, otros querían subir al barco atracado en el muelle de la playa de Rodas para huir a Vigo, haciendo caso omiso de las llamadas de auxilio que desde la megafonía del propio buque se alzaban.
Del mismo modo, resulta surrealista que niños de entre 9 y 14 años se habían enfrentado a la lumbre con el riesgo que supuso y que provocó desvanecimientos, quemaduras, caídas y otras heridas. Incluso en distintas ocasiones se vieron cercados por las llamas.
Sobre lo inadecuado de la forestación de las islas con especies alóctonas e invasoras y la notoria falta de medios para enfrentarse a una situación de este tipo no vamos entrar en este artículo. Ya fue y será tratado en otros apartados.
En el próximo artículo referido a este incendio daremos cuenta de la carta al director de este medio escrita por Jesús Ramallo Pesqueira en contestación a la carta enviada a otro medio local -Faro de Vigo- por Gerardo González Martín. Dicha misiva levantó tremenda suspicacia. También aportaremos una nota de prensa aclaratoria de la O.J.E (Organización de Juventud Española).
EL FUEGO DE LAS CÍES Y LOS QUE QUISIERON IGNORARLO
24/07/1963
«El domingo se ha producido en las Cíes, el temido incendio forestal. Ya desde aquí se había dado la voz de alarma, y las declaraciones del guarda forestal allí estacionado insistían sobre el peligro que la irresponsabilidad -sobre el peligro de determinado tipo de <excursionistas> para quien el contacto con la naturaleza parece ser como un desahogo de muchos instintos- podía acarrear.
Pero la cuestión tiene otra cara, que hoy es la que queremos airear. En el incendio forestal de las Cíes han concurrido algunas alarmantes circunstancias, que pueden ser condicionantes de una sociedad que muestra en algunos grupos tendencias inhibitorias ante esos males generales. La no prestación de auxilio, solicitado-aparte dejamos el tono y hasta alguna posible violencia verbal-a los cientos de personas que allí había, es como la resultante de una insolidaridad ciudadana ante lo que resulta un patrimonio para el que -eso sí- se reclama el distante común, aparte de una probada insensibilidad ante la destrucción de una masa forestal que da a la naturaleza de las Cíes un digno complemento de belleza.
Por otro lado -esa cara positiva de este hecho- tenemos la arriesgada y voluntaria y peligrosa actitud de unos grupos juveniles, y otros más maduros -montañeros de sociedades que aman la naturaleza, y la respetan, y ciudadanos que demostraron conciencia como tales-, que no dudaron en acudir allí donde se les demandaba para atajar el incendio con peligro y exposición notoria, y con no pequeño sacrificio, como el de luchar con el fuego durante horas, en un día dedicado también por ellos al descanso, y en que la propia temperatura ambiente era fuego ya.
Se planteaban así dos actitudes bien diferentes, que parecía necesario resaltar y después complementar con diversas opiniones desde ángulos bien diversos; desde la obligación ciudadana y moral hasta esa obligación a secas, a la que hay que recurrir, cuando esos otros resortes internos fallan. Notoriamente, ya habíamos inclinado nuestras preferencias, y por eso nuestro comentario de “La calle” de ayer. Pero una carta al director del <Faro de Vigo> que se publica en nuestro colega y que firma Gerardo González Marín, han desencadenado una reacción. Y hemos escuchado muchas opiniones, y nos han visitado montañeros que estuvieron el domingo allí, y cuyas declaraciones publicamos hoy, y hemos recibido esta carta firmada por don Jesús Ramallo.
Nuestra encuesta ha sido desbordada por quienes con fino instinto han visto que hay dos maneras de entender las obligaciones cívicas y morales. Y espontáneamente se ha acercado a nosotros a dar su opinión, a resaltar y loar a aquellos que sacrificaron su descanso el domingo para acudir a remediar en lo posible la pública calamidad que significa el incendio forestal. El silencio de los <increpados>, que sólo ha roto el señor González Martín, resulta bien elocuente.»
El alcalde de la ciudad
«Con la encuesta realizada, con motivo del incendio del domingo en las islas Cíes no podría pasarnos por alto las declaraciones de nuestro alcalde; don José Ramón Fontán.
-Precisemos la obligación de todo ciudadano de ayudar en caso de peligro o accidente.
-Absolutamente indudable. No solo porque lo contrario es una declaración de incivilidad, sino sobre todo porque ningún español con conciencia de tal puede consentir que se pierda lo que es de todos. Ello, con las excepciones de los ancianos enfermos y deficientes.
-Como Alcalde y desde un punto de vista legal, ¿puede usted sancionar la no prestación voluntaria de todo ciudadano en la extinción del fuego?
-Aparte de los gastos de todo orden que en su total extinción han significado, son, al parecer, realmente escasos. Pero hay que ponderar los esfuerzos de los miembros del 9º Grupo de Exploradores que tan eficazmente colaboraron en la extinción del siniestro y también me complazco en felicitar públicamente a don Luciano Turf(c) como al cabo de policías municipales de este Ayuntamiento y de una manera especial al guarda forestal Jesús, por su abnegada labor con los bomberos durante el siniestro y en la noche subsiguiente. Queda aparte el especial reconocimiento al capitán de corbeta Torres Quiroga, a los marineros del minador “Marte” que le acompañaban y al patrón de la embarcación de pesca “Por fin” Francisco Pérez Lago, quienes se trasladaron a la isla para prestar los auxilios que fueran menesteres.»
Un sacerdote
«Hemos solicitado la opinión de un sacerdote, el rector del Seminario diocesano de Vigo-Tuy. Conocía los hechos únicamente por lo que la Prensa había hablado de ellos y por eso no ha querido profundizar en sus afirmaciones.
-Para poder contestar de un modo preciso a su pregunta, habría que estar allí, en el lugar de los hechos. No cabe duda que existe una obligación moral, de caridad.
-He leído la carta publicada en un periódico local. Tal firmante tiene razón al protestar por los insultos del que fueron objeto. Sin embargo nada tiene que protestar porque no le hayan despachado bebida en los bares de la isla, es más perentorio apagar el fuego que sofocar la sed.
-Yo conozco el carácter de los españoles, que estamos acostumbrados a juzgar las cosas por nosotros mismos, no por lo que nos digan los demás. Si en verdad fue cierto que se han dirigido a los que allí se encontraban con insultos, ha habido una falta en la forma y posiblemente esto haya influido en la decisión de muchos. Por otra, parte quizá no fuese precisa la asistencia de todos los que allí se encontraban, hasta el extremo de no permitir que subiesen al barco; yo he sido oficial del Ejército y soy de la opinión que poca gente organizada interesa más que mucha y desorganizada.
-De todos modos insisto en que para dar una opinión exacta, sería preciso estar allí, pero que en estos casos de accidentes catastróficos existe una obligación moral en lo que se refiere a asistencia y auxilio.»
El jardinero mayor del Ayuntamiento
«Don Luciano Turc Brilland es el Jardinero Mayor del Ayuntamiento. Él ha dirigido los trabajos de extinción del fuego y así ha respondido a nuestra pregunta:
-Yo he sido uno de tantos en tratar de sofocar el incendio, en colaboración con el guarda. Ignoro si existe una obligación material de acudir a las llamadas de auxilio en el caso de un siniestro como el del domingo, supongo que sí la habrá, pero de lo que no hay duda es que existe una obligación moral ineludible.
-Alguien ha protestado porque en los bares de la isla no se les despachaba, pero estos señores han estado a mi lado en la zona de trabajo; por eso han cerrado sus establecimientos.
-Estoy francamente decepcionado de cómo ha respondido la gente, el porcentaje de colaboradores fue muy escaso y los chavales nos han dado una lección a todos.
-En un caso como el del domingo, prestar ayuda no se trata de ya de altruismo, sino de una obligación moral; por eso yo he estado allí, entre todos. Estimo que era un deber cívico.»
Tres campistas de Montañeros Celtas
«Hemos recibido en nuestra redacción la visita de tres montañeros <Celtas>quienes, como protagonistas en la extinción del fuego de las Cíes, han venido a darnos la veracidad de lo ocurrido y ha protestar públicamente ante detrminadas actitudes y afirmaciones sobre la actitud de los que valientemente se expusieron a luchar con el siniestro.
Son, don Rodrigo Pérez Fernández, don Marcos Lema Muñiz y don Eutimio Rodríguez Biempica.
-Estábamos acampados en las Cíes desde el sábado, con nuestras familias y amigos. Sobre las tres y tres y pico de la tarde, vimos una columna de humo sospechosa. Inmediatamente, y antes de que tuviéramos noticias concretas de lo que era, unos muchachos de una Organización Católica que practicaban el <Camping> vino a pedirnos ayuda y colaboración.
-¿A qué distancia estaba el fuego de las tiendas de Vds.?
-A veite minutos de camino ascendente.
-Cuando llegaron, ¿cómo encontraron el siniestro?
-¡Alarmante!. Pero admiramos la perfecta coordinación que tenían organizada los pequeños campistas. ¡Admirable!. Trabajaban con denuedo y dentro de una perfecta organización y dirección.
-¿Sólamente fueron avisados ustedes?
-¡No, todo lo contrario!. Los pobres muchachos corrieron a todas partes. Rápidamente se dio la voz de alarma y la petición de ayuda, por los altavoces del barco atracado en el pequeño embarcadero. Y nos duele que alguien pensase en tomar el barco, cuando lo que se pedía era ayuda y colaboración.
-¿Cuántas personas colaboraron con los chicos?
-Muy pocas, contadas. Entre estas pocas, se encontraban siete mujeres.
-¿Cómo organizaron los trabajos?
-Los chicos mayorcitos trabajaban decididos con picos y palas para atajar el fuego. Los pebían y bajaban el largo camino con sus cantimploras llenas de agua. Las mujeres lo hacían con botellas de agua y otros recipientes.
-¿Qué clase de herramientas teníais para luchar contra el fuego?
-Las pequeñas hachas, picos y palas de los muchachos, y la que nos fueron suministradas en la Casa Forestal.
-¿Cuántas personas estarían en las Cíes?
-Aproximadamente, unas 2000
-¿Colaboraron con Vds?
-No pasaron de las 150.
-¿Qué pedían por los altavoces?
-No les pedíamos que subieran a atajar el fuego; sino que colaborasen con nosotros. Que formasen cadena, que atendieran nuestra necesidad de agua para apagar el fuego, para apagar, nuestra sed, para atender a los heridos.
-¿Heridos?
-Un compañero nuestro sufre, de una caída, rotura de clavícula. Un niño, quemaduras en la espalda ala caer sin sentido en una roca calcinada por el fuego. Quemaduras a <montones>. Un niño, quedó sin sentido mientras trabajaba apagando el fuegoy, si no nos hubiéramos dado cuenta tan rápidamente, hubiera muerto abrasado, pues las llamas avanzaban y lo cercaban por momentos.
-¿Más momentos de peligro?
-Puede decir que todos. Nosotros estuvimos varias veces cercados por el fuego, sin más salida que el mar.
-Ante todo esto, ¿Cómo reaccionaba el público?
-Continuaba impasible. Esto resulta indignante. Ver cómo los altavoces del barco pedían y pedían ayuda, y la gente continuaba, unos bañándose, otros protestando de que el bar se había cerrado, y muchos queriendo salir hacia Vigo en el barco para evitar que le fuego les alcanzase…Mientras unos pobre niños, ¡porque eran niños! Estaban dando el mayor ejemplo de civismo, abnegación y valentía.
-¿Cuántos eran estos muchachos?
-Todos los que estaban; 86. El resto de personas, hasta cerca de los cientos cincuenta, eran mayores. Como puede verse, una vez más, los pequeños, en número y en calidad, dieron ejemplo a los mayores. Muchos peques se desmayaron, otros, en la lucha por atajar las llamas, sufrieron lesiones en piernas, muñecas y pies
-¿Duró mucho la lucha contra las llamas?
-Aproximadamente hasta las nueve de la noche. Pudo haberse atajado antes, porque se dio repetidas veces el caso de faltar menos de cinco metros para finalizar el cortafuegos y, las llamas corrían más deprisa que nosotros.
-¿De haber sido más a trabajar, esto no ocurriría?
-¡Claro está!. Si eso nos pasaba por falta de colaboración. Más brazos haían falta. Con ellos, nuestro agotamiento no habría sido tan grande, y el de los chicos ¡puede suponerse!
-¿Zona afectada?
-Aquella en la que los pinos prendiesen. Estos pinos, que tanto trabajo costó ver adelante, se han perdido. El resto de lo quemado era tojo. Pero el siniestro pudo llegar hasta las casas y al bar y alcanzar proporciones más alarmantes.
-¿No se les perdieron a ustedes objetos?
-¡Ya lo creo! Y muchas herramientas de los chicos, con sus cantimploras, mochilas, etc.
Otro detalle que causó gran indignación anuestros tres visitantes fue este:
-Pedimos a algunas señoras y señoritas que estaban tranquilamente en la playa, crema para calmar las quemaduras de los pequeños campistas. Y nos llevamos la desagradable sorpresa de no ser atendidos.
-Como final de nuestra entrevista, los señores Pérez Fernández, Lema Muñiz y Rodríguez Biempica, nos manifestaron.
-Haga Vd. Constar nuestra total disconformidad, como montañeros, y como personas del más elemental civismo. Con las manifestaciones que el señor González Martín, se ha atrevido a publicar.
-Queda dicho, amigos
Esta encuesta ha sido realizada por Manuel Espías, Segundo Mariño, y José A. Tejado.»
El Pueblo Gallego: diario de la mañana, al servicio de los intereses de los gallegos
Continuará…
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