Entrevista a Jesús Molanes Gamallo, guardia forestal y vecino de las islas Cíes. Julio de 1963
Aprovechando la presencia en las islas Cíes de un campamento de las O.J.E (Organización Juvenil Española), organización de carácter voluntaria adscrita al Movimiento Nacional, el periodista de Él Pueblo Gallego que estaba haciendo un reportaje sobre lo mismo, decide entrevistar a Jesús Molanes Gamallo, vecino de las islas Cíes y guardia forestal desde había ya años.
Desde 1960 sería la O.J.E a que organizaría campamentos en las islas Cíes, si bien antes ya lo hacían los Flechas y Pelayos, Arqueros, las Juventudes Hitlerianas del Hogar Alemán de Vigo, los Montañeros del Celta o Educación y Descanso. También eran frecuentes los concursos de pesca y el ejercicio de la caza de perdices y conejos hasta los años 60, ya que las islas eran coto de caza de distintas concesiones. La última sería la de la Sociedad de Caza y Pesca «La Viguesa». Existía un uso recreativo en las islas ya a partir de mediados del siglo XIX pero sobre todo con el inicio del siglo XX y mediados de este.
Jesús Molanes Gamallo expondrá sus inquietudes ante el descontrol que se producía en las islas en los veranos, temeroso de que se pudiera provocar un incendio forestal. Esto fue una premonición, ya que apenas 20 días después se produciría un incendio en las islas Cíes al que ya nos referimos y daremos cuenta en otros artículos.
Jesús Molanes Gamallo (1922) perdería la vida en el ejercicio de su labor en el año 1978, en el muelle de servicio de Carracido, víctima de un accidente de tractor. Hoy un pequeño monolito con una placa en el lugar del Convento recuerda su trabajo. Famosos eran sus paseos con el Dictador cuando recalaba con su yate «Azor» en las islas en jornadas de pesca de las que disfrutaba el Caudillo.
Eran los años 60, tiempos en los que se sucedían los planes para hacer de las Cíes un icono turístico y existían todo tipo de concursos de ideas y proyectos, desde construir un parador, un refugio de caza y pesca o urbanizar la isla al estilo de la italiana isla de Capri. Del proyecto del refugio de caza y pesca y del parador dio lugar el restaurante Rodas, de ahí que fuera conocido como «El Parador», aunque nunca llegó funcionar como tal. El resultado es el actual restaurante de Ruedas construido reaprovechando los restos de la factoría de salazón de pescado que allí existía. La inciativa partió de la familia Freire, propietaria del muelle y de la compañía «Vapores de Pasaje». El esfuerzo de su construcción recaería sobre la familia Venías.
Las Cíes contaban en 1963 con 11 habitantes repartidos entre la isla Sur y la isla del Faro.
Las demandas de Jesús Molanes serían atendidas poco a poco, lo que no impediría el incendio que ocurrió en ese mismo verano de 1963, unos veinte días después de ser concedida esta entrevista.
Sin embargo poco después ya se exige el carnet o tarjeta de campista, habrá presencia de un retén de la policía municipal de Vigo en verano, y servicio de botiquín. Incluso del pequeño bar que había montado la familia Monzonís en la isla del Faro, «O Eido do Lago» surgiría el actual camping en los años 70 poniendo fin al campismo libre. Así se iría rematando con el descontrol, hecho que fue corroborado con la declaración de las islas Cíes como Parque Natural en 1980.
05/07/1963
La repoblación forestal de las Cíes corre peligro por el comportamiento de algunos excursionistas.
La vida de acampada allí debe ser regulada.
Después de comer acompañé al jefe del campamento(de la O.J.E)a un pequeño pero bien atendido bar recién inaugurado. Allí y ante una taza de café charlamos con el guarda forestal.
-¿Cuántos habitantes tienen las Cíes?
-Once, cuatro en la isla Sur y siete en la Central (Faro).
-¿Vive usted permanentemente aquí?
-Sí, antes estaba en la isla Norte, pero desde hace cinco años estoy en la del Centro. Hace 17 años que habito aquí.
-¿Los inviernos también?
-Sí, pero voy con más frecuencia a Vigo
-¿A por víveres?
-Sí, ahora en verano, no puedo abandonar la isla y cada semana me traen el suministro. Ahora bien, si necesito algo urgente, puedo pedirlo por radio.
-¿Se encarga usted de encender el faro?
-No, eso se hace automáticamente al desaparecer el sol. De vez en cuando vienen unos técnicos a revisarlo y a hacer limpieza.
-¿Se iría usted de aquí?
-No, esto es un paraíso. Además tengo que atender a más árboles. Vea-me indica con su mano un lugar en el que se alzan numerosos eucaliptos-; tardé mucho en que se dieran aquí estos árboles, pero lo conseguí. Crecían y se desarrollaban perfectamente en varias zonas de la isla, pero aquí no. Un día en que acompañaba al Caudillo, éste me preguntó por qué no plantaba eucaliptos también en esta zona. Yo le dije el motivo, y entoneces él me pidió que lo intentara una vez más. Y lo hice, y el ingeniero señor Odriozola (que en paz descanse) me animó a que siguiera intentándolo. Planté y planté durante varios años, y ya ve usted, parece que lo conseguí.
Efectivamente. Unos pequeños tallos emergen de la tierra. Dentro de unos años serán tan grandes como sus compañeros y aquella zona estará totalmente repoblada.
-¿Cual es su jornada?
-No tengo horas fijas. Me dedico por entero a la isla–en esta época ya es más difícil-. Tengo mucho trabajo y estoy solo. Tengo que preocuparme de muchas cosas, sobre todo de la vigilancia. Es mucha la gente que viene en esta época, y la mayoría no sabe lo que es estar en un <camping>. No se preocupan de a donde arrojan las cerillas, ni los cigarrillos ni nada. Esto no puede ni debe ser así. No saben o no quieren darse cuenta del enorme peligro que supone su manera de comportarse. Aquí un incendio forestal sería espantoso, y no se salvaría nada de la riqueza que suponen estas plantaciones. Tengo francamente miedo, pero a los que más miedo tengo son a los que vienen en plan romería, pues beben en demasía y luego no saben lo que hacen.
-¿Qué haría usted para evitar esto?
-Pues tres o cuatro zonas de <camping> y exigiría el carnet correspondiente a los acampados. Con esto sería fácil el control, y sobre todo, tendría la seguridad de los que aquí vinieran estarían perfectamente preparados para hacer vida de acampada en estos lugares.
Por otra parte sería necesario que los días festivos enviaran varios guardias municipales al objeto de vigilar a aquellos cuyo comprtamiento no fuera correcto, y es, además, muy necesario que ordenaran las colas en el muelle, pues ayer, debido a la aglomeración, cayó una mujer, afortunadamente en la arena pero pudo g¡hacerlo al mar.
El tiempo se nos fue rápidamente, y tenemos que desmontar el campamento. Nos despedimos de Jesús y le prometemos una pronta visita. Para que cuando lo hagamos muchos de sus deseos se vean cumplido
F. Javier Pérez Gil
El Pueblo Gallego: diario de la mañana, al servicio de los intereses de Galicia