Xosé Guillermo, entrañable amigo, artista difícil de clasificar, empezó su andadura profesional en 1967, a los veinte años. Experimentó múltiples lenguajes, técnicas y soportes completando una obra muy prolífica a medio camino entre el informalismo distópico y las representaciones exuberantes de la naturaleza y el ser humano en clave de ensueño mitológico. Pintor de colores vivos, de raíz fauvista, expresión de la fuerte componente sentimental, fue especialmente sensible a los mundos marinos que lo arroparon desde niño.
Hijo de la dictadura, amó la libertad y el deseo de expandir horizontes, lo que lo llevaría la numerosos viajes por México, Nicaragua, Guatemala, Brasil, la India, Mali, Mauritania, el Sáhara… siempre en la búsqueda de la población indígena, viajes que legaron creaciones en muchos casos próximas al arte de esos pueblos, con los que convivió y se solidarizó, siempre en la buena compaña de la inseparable Maruchi Blanco.
Pero si una obra suya es especialmente trascendente esta es la creación de la Fundición Nautilus, taller artesanal en el que, en diferentes momentos, trabajaron centenares de personas de la ciudad -una auténtica democratización del arte– y del que salieron instalaciones urbanas como Azul mariño o Vigo Pleamar, cuyo reportaje fue publicado anteriormente en este portal.
En septiembre de 2008 la Casa das Artes de Vigo acogió la exposición antológica del artista, recreada en el vídeo que hoy presentamos, donde Xosé Guillermo va explicando los cuadros en sus circunstancias vitales y sociológicas. Fallecería un año después, acabándose una vida llena de luminosidad, y quedando sin realizar, de momento, una segunda exposición que estaba prevista, dedicada en exclusiva a dibujos y obra gráfica.